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Cuando el propósito no se improvisa: lo que aprendí del café, el marketing y la coherencia

Actualizado: hace 2 días

Hace una semana regresé del London Coffee Festival con la cabeza llena de ideas y el corazón un poco más alineado. Fui sin grandes expectativas, con la intención de observar, aprender y reconectar con una industria que conozco desde hace años, pero que siempre me ofrece nuevas preguntas. Lo que encontré no fue un café en particular ni una innovación técnica deslumbrante, sino algo mucho más poderoso: una conversación necesaria sobre el futuro del café de especialidad.


Nick Mabey, cofundador de Assembly Coffee, dijo algo en una charla que se me quedó grabado:“El café de especialidad solo funciona mientras las empresas detrás puedan sobrevivir.”


Y ahí, en medio del entusiasmo del festival, me hizo clic una de las contradiccio

nes más evidentes de esta industria: el desfase entre la narrativa que promovemos —calidad, sostenibilidad, trazabilidad— y los sistemas reales que la sostienen. Porque aún hoy, una gran parte del comercio de café (incluso del de especialidad) se rige por el precio C, una cotización internacional que no tiene en cuenta ni la calidad ni el esfuerzo humano ni los costos reales de producción. Un precio que responde a variables externas, como el clima o la especulación, más que a la lógica de un negocio justo y sostenible.


Esta reflexión conectó profundamente con mi recorrido profesional. Durante más de 15 años he trabajado en marketing y comunicación para marcas de diversos sectores. He ayudado a construir narrativas potentes, posicionamientos sólidos, campañas que emocionan y venden. Pero también he aprendido, con el tiempo, que una buena historia no sirve de nada si no está sostenida por estructuras reales. Si lo que se promete al consumidor no se refleja en el impacto que se genera en el origen.


Mi relación con el mundo del café comenzó en Colombia, trabajando con la Federación Nacional de Cafeteros. Fue ahí donde conocí el trabajo en campo, los desafíos de los pequeños productores, y la pasión que hay detrás de cada grano. Luego, mi experiencia en Europa —donde viví más de una década— me permitió ver el otro lado: consumidores que valoran el producto, pero que muchas veces desconocen lo que implica producirlo. Vi cómo el café industrial se mueve gracias al marketing, y cómo el café de especialidad intenta equilibrar calidad, ética y sostenibilidad, muchas veces sin los recursos ni las estructuras necesarias.


Fue en ese contexto donde descubrí a CATA Export. Mi admiración por ellos nació de algo más profundo que una buena taza: reconocí en su trabajo una visión estratégica coherente, una narrativa respaldada por hechos, una marca con propósito verdadero.


Detrás de CATA están Cat y Pierre, dos personas que decidieron construir puentes reales entre productores en Colombia y tostadores en Europa, Australia o Japón. Desde 2019 han crecido de forma orgánica, exportando contenedores de café desde el corazón del Huila, siempre con trazabilidad, calidad y relaciones a largo plazo como ejes fundamentales.


Lo que más me impresionó no fue su alcance internacional, sino las historias humanas que han hecho posibles. Como la de Néstor Lasso, un joven productor empírico que, gracias al acompañamiento de CATA, logró posicionar sus cafés en campeonatos internacionales. O el caso de #CATAPaca, un proyecto comunitario en una vereda de Saladoblanco, donde, a través de formación y protocolos sencillos, se logró mejorar la calidad en taza y asegurar precios sostenibles para familias que nunca antes habían probado su propio café.


Desde mi mirada como consultora de marketing, valoro profundamente cuando una marca logra articular propósito, coherencia y resultados. Cuando lo que se cuenta se respalda con hechos, y cuando el diseño estratégico incluye a todos los eslabones de la cadena de valor. CATA Export lo hace, y por eso me sentí tan conectada con su historia… porque, en muchos sentidos, también es la mía, porque nací en Colombia, uno de los principales productores de café del mundo.


Hoy, tengo el privilegio de formar parte de su equipo, aportando desde lo que sé: construir marca, comunicar con claridad y crear estrategias que generen impacto real. Pero también estoy aprendiendo mucho. Sobre café, sobre comunidades, y sobre cómo hacer marketing desde la ética y la empatía.


Si has llegado hasta aquí, gracias. Te dejo con algunas preguntas que me hago a menudo:

¿Tu trabajo mejora el sistema del que formas parte?

¿Lo que cuentas está alineado con lo que haces?

¿Tu marca tiene una historia… o un propósito?


Porque al final del día, el valor no está solo en lo que vendemos, sino en lo que construimos. Y eso —cuando se hace bien— sí puede cambiar el mundo.

Yorumlar


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