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Sin talento no hay transformación: el reto silencioso de las empresas

  • Foto del escritor: Ana Lopez
    Ana Lopez
  • 9 oct
  • 3 Min. de lectura


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La narrativa de la transformación digital ha dominado la conversación empresarial en la última década. Pero en la práctica, muchas compañías han comprobado que ni la mejor tecnología, ni el software más costoso, resuelve por sí solo los problemas de fondo: falta de foco, estructuras rígidas, liderazgo ausente y un talento que no está preparado para lo que exige el mercado.


El World Economic Forum, en su Future of Jobs Report 2025, señala que aproximadamente 39% de las habilidades laborales se volverán obsoletas o sufrirán alteraciones profundas para 2030. Esta cifra desciende ligeramente respecto a los informes previos, reflejando una mayor conciencia sobre la formación continua, aunque sigue siendo alarmante. El informe añade que el cambio en las habilidades sigue siendo el principal obstáculo para la transformación empresarial: un 63% de los empleadores lo señalan como el mayor desafío, frente a otros factores como la incertidumbre económica o los cambios tecnológicos.


Frente a este escenario, cada organización necesita un sistema claro de fijación de objetivos y prioridades que permita alinear esfuerzos y medir resultados. No importa si se utiliza un marco formal como los OKRs o cualquier otro modelo de gestión por resultados: lo relevante es tener una brújula compartida que guíe la acción. Esta claridad facilita, además, detectar qué procesos pueden optimizarse o automatizarse.


Es precisamente en este proceso en donde la inteligencia artificial generativa está empezando a marcar la diferencia. Según un informe de McKinsey, en 2024 alrededor de 71% de las organizaciones ya utilizan Gen AI en al menos una función empresarial, frente a 65% registrado a comienzos de año. Además, se proyecta que, para 2030, hasta 30% de las horas laborales en EE.UU. y Europa podrían automatizarse, impulsadas por esta tecnología. Esto no implica sustituir personas, sino liberar su tiempo para tareas de mayor valor, mejorando la agilidad, la velocidad de ejecución y la precisión en la toma de decisiones.


Por supuesto, la tecnología no basta sin las personas capaces de usarla de forma inteligente. La IA genera más valor cuando trabaja junto a profesionales con pensamiento crítico, comprensión del negocio y conocimientos técnicos básicos. Es el llamado perfil en “T”: expertos en un área concreta, pero con competencias transversales que les permiten colaborar con diferentes disciplinas y adaptarse con rapidez a contextos cambiantes.


Para que todo esto funcione, el papel del liderazgo es irrenunciable. La transformación no puede delegarse únicamente a un departamento de innovación o tecnología. Los líderes deben involucrarse activamente, dar ejemplo, desbloquear resistencias y garantizar que los recursos -humanos y tecnológicos- se utilicen de forma coherente con la estrategia. En las organizaciones más avanzadas, los directivos reservan tiempo regular para conversar con sus equipos sobre avances y obstáculos, no como mecanismo de control, sino como muestra de compromiso.


A esto se suma un elemento que suele subestimarse: el autoliderazgo. En un entorno de alta exigencia y cambio constante, la capacidad de cada profesional para gestionar su tiempo, energía y aprendizaje será tan determinante como su conocimiento técnico. Las empresas que integren esta visión en su cultura no solo retendrán talento, sino que lo potenciarán.


Por eso, la próxima gran transformación no será únicamente digital. Será humana y estratégica. La ventaja no estará en quién adopte más tecnología, sino en quién sepa integrarla con propósito, talento adaptable y liderazgo consciente. El futuro no lo define la tecnología que tengas, sino el talento que sepa usarla.


Publicado en: La Republica

 
 
 

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